Anorexia Cerebral

Los niños son los grandes ciudadanos del futuro. Cuando somos niños queremos saber y entender la vida. Y hoy que somos adultos, nos damos cuenta que llega un momento en la vida en el que hay que aprender a desaprender. Desaprender para poder volver a ser ingenuos y darnos cuenta que creer no cuesta nada.

La saliva de nuestra cabeza, se llama curiosidad y esta surge cuando nuestro cerebro tiene hambre. Podemos poner a dieta nuestro cuerpo, pero al cerebro, jamás. Por eso es tan importante volver a sentirnos niños y llenarnos de curiosidad: para alimentar uno de nuestros órganos más importantes. Es como cuando un niño juega con una linterna y está apuntando para descubrir cosas nuevas. Su guía es la curiosidad, pero ¿qué pasa si le quitamos la linterna de la mano y le apagamos la luz? Estamos apagando su ilusión.

Pues querido adulto, te quiero decir que lo mismo nos hacemos a nosotros mismos cada vez que por miedo o por falta de tiempo apagamos nuestra ¨ linterna¨.

Estamos apagando nuestra chispa y lo único que nos estamos provocando es: quitarle vida a nuestro tiempo.

Nosotros como adultos apagamos las linternas y desviamos la luz divina, genuina, la que tanto los niños, como nuestro niño interno, reclama a gritos. Tanto ellos, como nosotros tenemos hambre, pero a nosotros nos cuesta más trabajo reconocerlo o identificarlo.

Cuando un niño es curioso, está sembrando una semilla en su cerebro, la cuál en la mayoría de los casos puede florecer de una manera increíble y convertirse en un gran roble. Pero una vez que somos adultos, dejamos que las semillas se sequen y solitos nos provocamos justamente eso: una anorexia cerebral irremediable.

Leer más...