Quizá por esto cada día somos más, quienes en lo profundo de nuestra alma, estamos volteando a ver hacia adentro y por primera vez, nos reconocemos, nos admiramos y empezamos a desarrollar el amor propio: lo que se nos vendió como egoísmo. La idea más cara creada por la humanidad.
Estamos en un mundo en donde toca defenderse todo el tiempo de las ofensas del otro y lo más grave, de las que nos hacemos a nosotros mismos, un mundo agotado por exceso de amantes y falta de amor.
Vivimos una época en donde el reclamo por la paz y la reconstrucción de la dignidad es un grito desesperado de cualquier sociedad. Una época en donde pasamos y malgastamos el tiempo peleando y anhelando un nuevo futuro, pero seguimos anclados en dependencias que no nos dejan avanzar.
El oficio más importante es el de vivir y desgraciadamente no hay maestros que nos enseñen esto. Hay quienes nos ayudan a mejorar nuestras vidas y hacerlas más llevaderas, pero en realidad todos estamos en el mismo barco tratando de sobrevivir. Para la elección ¨más importante de nuestra vida¨ (porque así es como nos ha pintado que es esta decisión): escoger a nuestra pareja, tampoco podemos encontrar información segura.
Todo se resume a un volado que lanzas con la fe en alto, las rodillas temblorosas y con mariposas en el estómago el cuál va cargado con las mismas emociones que se viven arriba de una montaña rusa.
Todo es impredecible, no sabemos cuántos años vamos a vivir, ni cuáles serán los mejores momentos de nuestras vidas, no hay póliza de seguro para los errores del pasado y tampoco información certera del futuro.

¿Qué nos queda entonces ante este panorama del terror? ¿Ante este camino tan incierto?
Al final, solo nos tenemos a nosotros mismos con dos grandes fuerzas escondidas en nuestra esencia. La actitud que tomamos ante la vida y sus situaciones, y la tenacidad con la que vamos resolviendo cada una de las pruebas que se nos presentan en el camino.
Y es ahí en donde la importancia del amor propio y el autoconocimiento valen mil puntos para pasar de nivel. Sin el ego de sentirnos y creernos más, y sin las ofensas del otro que nos deprimen y nos hacen sentir menos. Valorarnos para conocer los alcances de nuestra voluntad sin confundir la necesidad con la posibilidad.
Así que al final todo depende de la actitud que tomamos ante la vida. Pues es la vara que medirá nuestros fracasos, o bien, nuestra felicidad.